Durante siglos, las casas flotantes del río Babahoyo fueron los principales puntos de acopio, almacenaje y descanso en la ruta comercial fluvial entre las ciudades ecuatorianas de Guayaquil y Quito. El río dejó de ser una vía comercial, reduciéndose el número de estructuras flotantes, de 200 a 25, a pesar de ser reconocidas como bienes patrimoniales del país.
Este proyecto para rehabilitar una vivienda flotante parte de la recuperación de técnicas artesanales locales y la participación de los residentes. La casa de la familia de Carlos, que se dedica a la reparación de botes, y Teresa, que cocina comida tradicional, presentaba daños críticos. La nueva estructura está compuesta por pórticos modulares, construidos con madera local, los cuales forman una cercha a dos aguas, generando espacios de almacenaje y altura suficiente para la favorecer la ventilación y la iluminación naturales. En el centro se ubican las zonas privadas y sociales (sala, comedor, cocina, y habitaciones), mientras que a los extremos se añaden dos franjas, las cuales incluyen el taller de botes y una terraza para servir las comidas cocinadas.
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