Las panaderías Turris quieren cambiar el posicionamiento conseguido hasta ahora con sus locales para llegar a un público más variado y hacer que estos nuevos espacios ayuden a transmitir los valores y la esencia de la marca. Estos valores se basan en la utilización de ingredientes de primera calidad para la elaboración de pan artesanal a través del cuidado y la precisión en los procesos y obtener así, un pan bien hecho. Esta filosofía -autenticidad, carácter, pasión, naturalidad y cercanía- también se traslada al interiorismo con la voluntad de difundir transparencia en los procesos. A partir de las diferentes necesidades funcionales y vivenciales, surge la idea de diseñar un obrador con punto de venta y no una tienda con obrador. De este modo, diseñamos un único espacio de aspecto industrial que se inspira en los antiguos obradores, potenciando la tradición del oficio con la intención de que el cliente sea más partícipe del proceso de creación. El primer local, en L’Illa Diagonal, es de planta irregular y abierta por uno solo de los lados al centro comercial, destinando una tercera parte de la superficie para zona de venta. En el resto del espacio se ubica el obrador, donde se prepara el pan in situ, con las cámaras de fermentación y el horno como protagonistas del espacio visible por el cliente. Se fomenta el respeto por la profesión de panadero y su operativa, que consiste en dejar enfriar el pan en cestas de mimbre después de sacarlo del horno y antes de ser colocado en la zona de venta. Así, decidimos utilizar estas mismas cestas como elementos de soporte para exposición del pan, que se cuelgan directamente sobre unos perfiles de hierro verticales. Estos perfiles con raíles se convierten en una estantería que se ubica tras las dependientas para que el cliente pueda ver el producto sin dejar de ver el obrador. Este sistema aporta versatilidad, ya que se permite colgar y descolgar las cestas según el volumen de producción de pan fresco, variable durante el día, y además no generan la sensación de tienda sino de algo espontáneo para la venta puntual de pan. Siguiendo la voluntad de generar un espacio abierto, se diseñan un grupo de mostradores independientes en lugar de hacer un único mostrador lineal y opaco. La intención es crear piezas ligeras hechas de hierro y madera que puedan servir para la exposición del pan, la bollería y la pastelería que recuerdan los carros utilizados en el obrador. Una mesa de roble rústica con patas caballetes se convierte en mostrador y da la sensación improvisada de que el panadero monta la parada cada mañana. Los otros carros de hierro tienen ruedas para moverse y salirse del límite del local, generando dinamismo al espacio. El pavimento de resina, en color piedra a tono con las paredes, sirve de fondo de todos estos elementos tanto en el punto de venta como en el de preparación. También se forran las paredes con una chapa metálica ondulada esmaltada en blanco roto de carácter industrial. Así, conseguimos un espacio muy neutro para que el color del pan tostado resalte y se convierta en el protagonista absoluto. Trabajamos con materiales nobles, formas simples y manipulaciones sencillas, para lograr una estética austera y funcional sin añadidos ni decoraciones. El estudio de la luz ha sido muy importante para aportar una atmosfera doméstica y natural, utilizando grandes campanas industriales colocadas seriadamente en el obrador y zona de tienda, para hacer sentir al cliente que está en el obrador. La climatización con conductos metálicos y las instalaciones vistas potencian esta imagen. El cambio de imagen no solo ha consistido en el interiorismo sino también se ha transformado la gráfica existente, el packaging y la rotulación, diseñadas por el estudio Fauna acorde con las necesidades del cliente.
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